OF THE WAND AND THE MOON (DNK) – Barcelona – 19/11/19
Raro es ver aventurarse por aquí a grupos de toda la familia de géneros que abarca el neofolk, desde la electrónica industrial más cruda hasta las baladas sentimentales y emotivas. Ya sea por su frecuente asociación con tendencias de extrema derecha, a veces razonablemente justificada y en otras completamente fuera de lugar, o por el despliegue de medios e instrumentos que puede llegar a requerir, no es muy habitual que formaciones de la talla de OF THE WAND AND THE MOON lleguen a actuar en la península. Por ello, creo que lo primero que debería destacar en esta crónica es el papel que ha ejercido Chroma Nation en traer hasta aquí al que podría considerarse uno de los mayores exponentes de este género apasionante pero tan minoritario.
OF THE WAND AND THE MOON es el proyecto unipersonal del danés Kim Larsen, antiguo miembro de la banda de doom/death a la escandinava SATURNUS, que en 1999 se separó para llevar a cabo este trabajo en solitario. Con cinco álbumes de estudio a sus espaldas, además de varios EPs, sencillos e incluso un split con SOL INVICTUS (una de sus claras influencias), la banda posee un bagaje musical que le permite situarse al lado de grandes referencias como los grandes CURRENT 93, DEATH IN JUNE o el cada vez más conocido KING DUDE, formaciones con las que incluso ha llegado a compartir escenario en algunos casos. Su música se podría definir como un neofolk minimalista, que rehuye el exceso de adornos e instrumentación para enfocarse casi exclusivamente en el componente más hipnótico y mágico de la música con una base sencilla de guitarra acústica y algunos añadidos electrónicos. Esta orientación se ve reforzada por el uso abundante de la repetición hasta llegar al extremo de la monotonía, y es algo que al novato en el género le puede resultar áspero y duro de tragar, pero que sin embargo es parte constituyente de la misma esencia del neofolk. En cierto modo, se podría comparar este aspecto del neofolk con la filosofía que rige las composiciones del subgénero trance en la electrónica, basada en la adición lenta y controlada de elementos sobre el mismo motivo musical. Al final, no obstante, toda esta base instrumental gira en torno a la voz grave y profunda de Kim Larsen, que usa el susurro no como un aporte puntual sino como elemento clave en la mayoría de sus canciones, redondeando de este modo la faceta misteriosa y sugerente de su estilo.
El primer aspecto a resaltar del directo es la total ausencia de instrumentos electrónicos. Kim Larsen se presenta con su guitarra acústica, un atril y un micrófono, demostrando su intención de transportar su música al directo de la manera más minimalista posible. De hecho, apenas hay ningún tipo de ecualización o efecto sobre la guitarra, acentuando más si cabe el carácter íntimo y personal de la interpretación. Los temas se suceden uno detrás de otro con naturalidad, con pausas mínimas entre ellos en las que Kim aprovecha para dejar caer alguna broma puntual, y si no fuera por el toque de variedad que aporta esto último podría haberse tratado de una velada mucho más descafeinada. A lo largo del concierto podemos apreciar un buen repaso a la discografía de la banda, con canciones como «Lost in emptiness» del Emptiness Emptiness Emptiness de 2001, «Lucifer» de su disco homónimo de 2003, especialmente poderosa en directo; e incluso uno de sus temas más clásicos como es «I crave for you» del Nighttime Nightrhymes de 1999. El gran protagonista, sin embargo, sigue siendo su obra maestra de 2011: el irrepetible The lone descent, del que destacaría especialmente las dos últimas canciones que sonaron durante la noche: «Sunspot» y «A tomb of seasoned dye«.
Precisamente en base a estas dos canciones quiero extraer una reflexión. En la mayoría de piezas, la interpretación es prácticamente idéntica a la que podemos encontrar en el álbum, lo cual puede verse como una prueba de fidelidad al material original. En sí, eso es algo innegablemente bueno, ya que al fin y al cabo el público lo que espera es que el músico recree en directo lo que ha producido anteriormente en el estudio. Sin embargo, al desproveer las canciones de todos los elementos electrónicos que las envuelven, y que a mi parecer son parte esencial del sonido de OF THE WAND AND THE MOON, se pierde por el camino una parte de lo que hace tan interesante y único el sonido de la banda. Lo que en sus trabajos de estudio son virtudes, como por ejemplo las voces susurradas que comentaba antes, a ratos puede llegar a percibirse como un lastre en un directo tan instrumentalmente reducido, especialmente cuando en las dos últimas piezas a las que me he referido Kim demuestra tener un registro vocal mucho más amplio y rico del que en un principio puede aparentar.
Personalmente, en conclusión, creo que el repertorio podría haberse adaptado y modificado para que sonase más acorde al conjunto de guitarra-voz cuando está desprovisto del resto de acompañamientos. No es algo tan raro que una banda adapte sus propios temas para tocarlos en otro formato (y no necesariamente acústico), sin ir más lejos me viene a la mente un directo de los catalanes FOSCOR en el que adaptaron su álbum Les irreals visions para interpretarlo con una instrumentación distinta, y que acabó cristalizando en el proyecto Les irreals versions (creo que no hace falta traducirlo).
A pesar de esta crítica, no quiero tapar el hecho de que aun con solo una simple guitarra OF THE WAND AND THE MOON posee un aura mística inigualable, y es capaz de transportarte con unos pocos acordes a otra dimensión atemporal, un estado de casi trance en la que solo las mejores bandas de neofolk pueden conducir al oyente. En el caso del concierto en la peculiar (pero muy adecuada) sala Meteoro, la entrega por parte del público acabó de poner la guinda al pastel a un directo mágico como pocos.
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