AES DANA (FRA) – Formors, 2005
A principios de los años 90 surgió el celtic metal al auspicio de las bandas irlandesas CRUACHAN, PRIMORDIAL y WAYLANDER. Siguiendo la estela de los ingleses SKYCLAD, aplicarían la fórmula del folk metal enmarcada en una temática que trataba la historia y la mitología celta, junto con el uso de algunos instrumentos tradicionales. A mediados de esa década emergería el celtic black metal, que tendría en BRAN BARR y HEOL TELWEN a sus máximos exponentes. Una tercera banda compartiría territorios musicales con ellas; sin embargo, si nombre ha permanecido enterrado, víctima de un injusto ostracismo. En 2005 AES DANA lanzaría Formors, su segundo y último disco, demostrando que no sólo mantenía el nivel, sino que era capaz de disputar el simbólico trono de los celtas. Pulía las virtudes del ya excelente La chasse sauvage (2001) y mejoraba la producción para alzarse como una auténtica joya del metal.
La formación parisina empleaba una fórmula sencilla pero arriesgada, ubicándose en los dos extremos de sus referencias musicales. Por un lado la instrumentación de folk habría sido firmada por cualquier banda de música tradicional celta, con un silbato y una bombarda puras y épicas. Junto a un ritmo de batería de corte marcial, introducen el primer corte del disco, unos segundos antes de desatar toda la potencia de un black metal oscuro y agresivo. El contraste entre la melodía de viento dulce, ejecutada con una delicadeza no exenta de intensidad y una instrumentación metálica pesada y contundente, es devastador.
Parecería imposible que dos antagonismos de tal calibre pudieran combinarse de manera natural y coherente. El talento de todos y cada uno de los miembros de AES DANA es, sin duda, la clave de bóveda que mantiene este coloso erguido. Podemos hallar evidencia de ello si aislamos mentalmente las dos vertientes, comprobando que tanto los fragmentos de black metal como los de folk ya serían por separado suficientemente buenos como para conformar dos discos de alto nivel. No obstante, la combinación de ambos nos eleva al éxtasis desde el primer al último segundo, algo extraordinariamente difícil de conseguir, al alcance de muy pocos. A este respecto la voz de Vidar, tendente al blackened death, desgarra las notas y mantiene un registro constante, furioso y con mucha personalidad. Las guitarras ceden protagonismo ante los instrumentos tradicionales, actuando como base rítmica, otorgando gran parte de la densidad del sonido de la banda y contando, aun así, con pasajes en los que la melodía ejerce de complemento perfecto.
Un capítulo aparte merece la batería, que parece estar formada por dos componentes diferentes. Los pedales suenan acolchados, refugiados entre el resto de instrumentos aunque perceptibles, mientras las cajas suenan sólidas y cercanas, casi como si de tambores medievales se tratara. Estas características dan la sensación de que la percusión juega en dos equipos, una parte integrada en el conjunto de guitarra y voz y otra junto al silbato y la bombarda, tomando un cariz marcial cuando las acompaña en solitario. Esto acentúa las dos almas del concepto celtic black, al tiempo que las cohesiona y recubre de coherencia.
Existen muchos otros factores que podrían analizarse, pero sobre las cuestiones técnicas se impone el componente emocional de Formors. Desde el primer instante es capaz de arrastrar al oyente en un viaje cargado de sensaciones contrapuestas. La rabia se mezcla con la fragilidad, la melodía con la crudeza, la contemplación con un febril salvajismo. Consiguió como nadie trasladarnos a dos paisajes en una misma visión. Un mundo que respira y florece conquistado por una voluptuosa naturaleza y otro que muere, desprendiendo el hedor del sudor, la sangre y el hierro.
AES DANA alumbró un regalo que ha quedado oculto, y así permanecerá, revelando su enigma gota a gota, para aquellos afortunados que encuentren su legado enterrado en las arenas del tiempo.